La necesidad de transdisciplinariedad es evidente para las nuevas demandas del sistema educativo. En este contexto, la confluencia de metodologías como los lugares de memoria (P. Nora), los programas de educación ambiental y los prototipos de educación literaria, conforman aportaciones que son relevantes de cara al diseño de itinerarios y rutas, basados en imaginarios y lecturas folklórico-literarias.Las rutas literarias son un ejemplo de experiencias de aprendizaje que pueden ser catalogadas como buenas prácticas, porque en ellas se aúnan elementos tan relevantes, como la analogía de la lectura como viaje, la proximidad a los entornos concretos de aprendizaje de los alumnos, la conjunción de educación formal y no formal (actividades extraescolares como la posible visita los lugares mapeados), el fomento de competencias básicas (competencia cultural, aprender a aprender…), la preservación del patrimonio oral, literario y folklórico y en suma la consideración holística del patrimonio cultural, al integrar lo tangible-material con lo intentangible-inmaterial, así como la recreación de dicho patrimonio a través de la escucha, lectura y escritura activas de los alumnos.